miércoles, 29 de mayo de 2019

ESTETICA Y ESCUELA

ESTETICA Y ESCUELA

La estética en la escuela

Si crees que rodearse de cosas bonitas no es una frivolidad y que la estética no es solo una cuestión de forma sino de fondo, no un tema superficial sino una declaración de principios de largo alcance, entonces estarás de acuerdo en que esto también es cierto para los niños.

Decía Francesco Tonucci en una reciente conferencia que la escuela debería proporcionar un entorno rico, que solo entrar allí fuera ya un acto educativo, y que los espacios deberían ser adecuados con el mismo criterio y cariño con el que decoramos nuestras casas. Todos nos sentimos mejor si nuestra casa nos parece bonita, siempre es más agradable trabajar en un entorno acogedor y, sin duda, todos intentamos personalizar y mejorar los espacios en los que nos movemos.

Después de oir a Tonucci decido hablar con las dos personas que más saben de juego infantil que conozco para preguntarles acerca de la importancia de la estética en los juguetes – que, al fin y al cabo, son las herramientas de trabajo de los niños – y en los espacios de juego y aprendizaje.
Carmen y Claudia, de JugariJugar, me explican que la estética de los juguetes es importante: “Tienen que ser agradables a la vista, sin colores estridentes y preferiblemente de materiales naturales. Esto liga con la funcionalidad, porque una estética simple cede el protagonismo al niño. Además, la estética es importante por dos motivos más. Uno, igual que hacemos los adultos, es más fácil tratar con cuidado y aprecio aquellos objetos que nos gustan. Y dos, si a nosotros nos gustan los juguetes de los niños, transmitimos un respeto y cariño hacia estos objetos que harán que ellos los vean con otros ojos y los vivan y jueguen de otra manera.”


También insisten en la importancia de la disposición de esos juguetes en el espacio, en función de cuatro criterios principales:
- El orden: “Es la base de un espacio armónico, y facilita que los niños se puedan responsabilizar de él y mantenerlo con autonomía. Tres son los elementos clave: la cantidad (limitada), la facilidad para ordenarlos y la disposición.”
- La flexibilidad: “Los espacios deben adaptarse a las necesidades de los niños y adultos que los habitan. La flexibilidad facilita plasticidad en la actitud y la generación de ideas. Un espacio flexible nos habla de personas flexibles a su cargo”.
- La autonomía: “Poder acceder a los materiales libremente permite satisfacer la necesidad interna de exploración, descubrimiento y aprendizaje de los niños y niñas. De esta forma no solo respetamos sus necesidades sino que además favorecemos un aprendizaje mutuo, porque el profesor o acompañante recibe constantemente mensajes de las necesidades de los niños”.
- Diversidad de materiales: “Dentro del aula deberíamos poder encontrar materiales de diferentes áreas de interés o incluso de exigencias curriculares. También es importante mencionar que de una misma área conviene que haya al menos dos o tres materiales distintos porque no todos los niños responden igual a todos los materiales.”

Esto, que es válido para casa, me lo cuentan pensando en la escuela y me resumen así su visión de la importancia de la estética en ese espacio:
“Cuando entramos en un aula, igual que cuando entramos en una casa, podemos recibir mucha información de las personas que viven en ella. En el aula lo vemos por el tipo de materiales, la decoración, el orden, la disposición del mobiliario, los trabajos infantiles expuestos, el uso de mesas y sillas…
Espacios y materiales no son indiferentes ni para los niños ni para los adultos. Sabemos que las características de los materiales influyen en el aprendizaje, en las conductas, las relaciones, las sensaciones y sentimientos que se despiertan.
Los niños y niñas aprecian lo mismo que los adultos: espacios amplios, bien ventilados, luminosos, no cargados. Cuando un espacio respira y es agradable los niños se encuentran mejor y pueden concentrarse más rato.
Diferentes pedagogías que han hecho un trabajo profundo al respecto basan buena parte de su filosofía en la importancia de los espacios. Así, la pedagogía Reggiana nos habla de espacios para ser y estar. En la pedagogía Waldorf, el contacto con la naturaleza es importante, y también dan valor a los materiales hechos por los propios niños, maestros y padres. Para la pedagogía Montessori, la autonomía de los niños en los espacios es uno de los principios más importantes.”

Decidida a comprobar la aplicación práctica de estas teorías, me pongo en contacto con Astrid Ruiz, directora de la Escola Congrés-Indians, una escuela pública de educación viva y activa. Esta escuela, que actualmente está en barracones a la espera de tener lista su ubicación definitiva, no ha abandonado por ese motivo los criterios estéticos a la hora de acondicionar sus espacios. Por el contrario, es un elemento imprescindible en su proyecto educativo, que se centra en un acompañamiento respetuoso y una atención exquisita a los aspectos emocionales. La escuela, que este curso tiene alumnos de P3 y P4, se organiza por ambientes libres (arte, laboratorio de los sentidos, juego simbólico…) y talleres (agua, lenguaje matemático, música…). En su breve experiencia de dos cursos han podido constatar que el funcionamiento ha mejorado y que las cosas fluyen mejor este segundo año pese a tener el doble de alumnos. ¿Una diferencia? La mejora en la disposición de los espacios y los materiales.
Visito los ambientes en funcionamiento durante la entrada relajada de la mañana, en que niños y padres circulan por la escuela como si estuvieran en casa, en un ambiente calmado, familiar y agradable, muy lejos del bullicio apresurado o del silencio obligado que solemos asociar al inicio de las clases. De hecho, no hay clases, hay solamente unos espacios bonitos, muy pensados, con “provocaciones” que invitan a la exploración, a la acción, a la reflexión. La decoración y la disposición de materiales y mobiliario es un reflejo de la filosofia subyacente.
Uno de los espacios que más me impresionan es L’Atelier della luce, donde se puede experimentar con las posibilidades creativas, artísticas, técnicas y científicas de la luz.

Isabel Rodríguez, la maestra responsable del ambiente, me escribe esta reflexión:
“Cuando hablamos de estética en el contexto de nuestra comunidad educativa nos referimos, obviamente, a preparar espacios amables, funcionales y ricos tanto para las familias, como para los trabajadores del centro y, por descontado, para los niños y las niñas. En este sentido, hablar de estética en la escuela es incorporar un compromiso ético con la dignidad de las personas que la habitan. Pero también es una responsabilidad pedagógica que permite a los niños y niñas establecer diálogos propios y particulares con los elementos del entorno. Para ello es imprescindible la sorpresa, la provocación y la novedad que dispone y ordena la estética.
Es de justicia decir que la inspiración viene dada de la visita que hicimos a las escuelas maternales e infantiles de Reggio Emilia promovidas por Loris Malaguzzi, los textos de Alfredo Hoyuelos y el apoyo y asesoramiento de Paola Soggia que fue un soplo de aire fresco para el planteamiento de una de las bases fundamentales de nuestra metodología: los ambientes de trabajo y circulación libre.
Asumir la estética como parte propia y elemento de identidad de nuestra cultura escolar ha permitido a los niños y niñas explorar los elementos con asombro, deteniéndose en los detalles y dando alas a la capacidad innata de la infancia de maravillarse con la vida siendo ellos, ahora, los que no nos permiten dormirnos pues, tal como me dijo una niña, hace pocos días ante una alfombra dañada, “Isabel, has de cambiarla porque necesitamos algo más bonito”.”
Salgo de la escuela con una sensación de bienestar y relajación. Ahora entiendo mejor algo que leí en el blog Cafè Pedagògic: “No se trata de generar belleza porque sí, sino de entender que la belleza es un derecho fundamental del ser humano y que afecta a su estado de ánimo y a su psicología.” Así, la belleza se convierte en un “raggio di luce” tras el cual vendrá una nueva manera de mirar las cosas, de aprender, de vivir.

Es así como desde el punto de vista antropológico, debemos reconocer la educación como aquel proceso de apropiación, construcción, significación, expresión y transformación del mundo cultural del sujeto.
Siguiendo a Duch, una competencia gramatical le permitirá mostrar la calidad humana de sus relaciones porque el ser humano en concreto es lo que son sus relaciones (y en este aspecto es importante señalar la labor de la familia, del ámbito educativo y particularmente la relación docente-estudiante, en la construcción de esta competencia gramatical). El acogimiento y el reconocimiento son imprescindibles para que el recién nacido vaya adquiriendo, en palabras de Duch, una “fisonomía auténticamente humana”.
Es desde la cultura, donde se hace posible el acogimiento y el reconocimiento y desde la instalación en el mundo cotidiano, simbólico y social donde se actualiza y perfecciona la naturaleza del ser humano. Desde esta misma perspectiva García Amilburu, en otro texto, propone la necesidad de comprender el mundo de las creaciones humanas y su relación con el mundo físico en el que se asienta… no se trata de pensar que el hombre vive en dos mundos superpuestos, uno físico y otro simbólico, sino en un único ámbito que es todo él cultural, porque asume el mundo físico elevándolo a una nueva dimensión (García Amilburu, 2002, p. 52).
El ser humano no vive en un mundo de hechos, continua la autora, el ser humano construye interpretaciones, emociones, esperanzas, anticipaciones cognitivas; el ser humano puede integrar la realidad actual con los mundos posibles porque, como afirma la autora, sus conductas no están prefijadas por el instinto, sino que el ser humano debe proyectar, crear sus propias acciones que le permitan suplir sus necesidades. La cultura es fundamental para el desarrollo de la condición humana, pues, en palabras de la autora, sin la cultura el hombre es un animal inviable. 
Desde otra perspectiva, Mélich (2005), plantea que el ser humano se caracteriza por su finitud. Se sabe que el hombre nace y tiene certeza de que va a morir, pero, la finitud no es “esencial”, sino que deberá expresarse culturalmente, es decir en un tiempo y en un espacio. Que el ser humano sea finito significa que siempre vive en una urdimbre de interpretaciones, que constantemente anda situándose (y resituándose) en una tradición, en un espacio y en un tiempo. 
La anterior perspectiva no se contradice con el concepto de que el hombre es inacabado, por el contrario, esa característica de ser finito es lo que, a mi modo de ver, fundamenta su acción, su libertad y su capacidad de transformar y resolver problemas. Por ello, el ser humano es inacabado, porque necesita, a lo largo de su vida, actualizarse y resignificarse.
La educación ciudadana: una interacción con la estética y la ética
La educación debe tener unos fines que permitan esta emergencia del sujeto social, que le posibiliten al individuo no solamente pensarse en su condición legal de ciudadanía, sino que a su vez, sea capaz de reconocerse como sujeto de derechos y deberes en las sociedades diversas, plurales y multiculturales. Pensar los procesos educativos para el perfeccionamiento de lo humano implica, por tanto, reconocer los diversos ámbitos educativos del ser humano, donde la familia, la escuela, la ciudad, le brinden espacios de acogida, pero también de encuentro, comprensión e interpretación de estos contextos, y así mismo le permita desarrollar procesos de transformación acordes con sus principios morales construidos desde el otro y sus contextos. 
+Lea: Educación y ética para una ciudadanía mundial
Una educación para la ciudadanía como lo plantean López y Jurado, (2009) debe contemplar una educación permanente del hombre, que integre su dimensión interna y externa, que le permita enriquecer su sistema de valores y relacionarse con el otro desde el respeto, el reconocimiento, la aceptación. 
Entender la Educación para la ciudadanía como elemento que permite el perfeccionamiento de lo humano implica, por tanto, reconocer igualmente el desarrollo estético como componente fundamental de este ámbito educativo. 
Percibir al otro, su entorno y sus diversas dimensiones desde un sentido estético, implica reconocer sus diferencias y poder establecer, desde un encuentro y convivencia, las posibilidades de enriquecimiento que se construyen en este proceso de interacción. 
La estética no se circunscribe al campo del arte, la estética pertenece a la capacidad de interpelación de la realidad desde la sensibilidad; la estética es el ámbito donde es posible sostener la comunicación compartida. 
Vicenc Arnaiz Sancho (2008) plantea que la estética le permite al sujeto construirse en términos comunicativos para explicarnos: “Nuestra realidad es simbólica y está inscrita en el tiempo. Las generaciones construyen y son atravesadas por ciertos imaginarios y en tanto sujetos, nos construimos a partir de nuestros significados. Estos significados son imágenes que no son constructos racionales… necesitas parámetros estéticos para moverte en el mundo. Y en esa medida todos nos percibimos más como sujetos metafóricos con vidas simbólicas” (Vicenc Arnaiz Sancho, 2008, p. 14).
Cuando se habla de una educación para la ciudadanía desde una perspectiva estética, implica desarrollar la capacidad del ser humano para interpretar y percibir la relación con el otro y su entorno, que su acción adquiera sentido y significado para sí mismo y para aquellos con los que convive; que su virtud cívica sea libre y responsable.
Hablar de lo estético es comprender que la construcción de sentidos y significados que construye el sujeto en interacción con el otro, le permite un tipo de interacción en la familia, la escuela, la ciudad, a partir de una actitud sensible como base de sus relaciones con el mundo. En este sentido Mario Gennari, plantea que “quien no sabe percibir desde el sentimiento estético, vive en el orden de la indiferencia por el mundo… no existe formación del hombre si éste se encuentra sumergido en la apatía, en el desinterés… El hombre estéticamente indiferente nunca sabrá entregarse a la percepción de la diferencia” (1997, p. 230).



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Bibliografía

Arnaiz Sancho, V. (2008). “El maestro: un visionario y un seductor. La estética su imprescindible”. En: Revista Internacional del Magisterio. Educación y Pedagogía. No 34. Agosto-Septiembre. Bogotá: Magisterio.
Duch, L. (2002). Antropología de la vida cotidiana. Madrid: Trotta.
García Amilburu, M. (2002). La educación, actividad Interpretativa. Hermenéutica y filosofía de la educación. Madrid: Dykinson. 

García Amilburu, M. (2009). La naturaleza del ser humano y su educabilidad en MURGA. Escenarios de innovación e investigación educativa. Madrid: Editorial Universitas, S.A.
Gennari, M. (1997). La educación estética: Arte y Literatura. Barcelona: Paidós.
Mélich, J. C. (2005). “Finales de trayecto. Finitud, ética y educación en un mundo incierto”. En: Arellano Duque, A. La educación en tiempos débiles e inciertos. Barcelona: Antropos.
Le Breton, D. (1990). Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión. 
López, M. & Jurado, P. (2009). “Educación para la ciudadanía”. En: Escenarios de innovación e investigación educativa. Madrid: Editorial Universitas, S.A.




CIBERGRAFIA:

http://www.kireei.com/la-estetica-en-la-escuela/




























 

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